domingo, 10 de junio de 2012

La traición de Roma




Estoy leyendo La traición de Roma de Santiago Posteguillo, es una trilogía sobre la historia de Publio Cornelio Escipión.

Hoy en una de sus páginas  he leído una situación que pasado 2.200 años, parece que se repite. Corrupción, malversación, subida de impuestos a la clase media.....

Dejo un extracto de este pasaje, si se sustituye ciertas palabras por otras sería la crónica de hoy.


¡El quaestor está en la cárcel y en la cárcel seguirá por mentir a los ciudadanos de Cartago, por malversar las cuentas para ocultar que unos pocos ricos, senadores y miembros del Consejo llevan años sin contribuir al pago de las indemnizaciones de guerra!

¿Qué pasará cuando el pueblo sepa de estas malversaciones? A mí me podéis decir lo que queráis, pero ¿qué les vais a decir a los cartagineses, a los labradores, a los comerciantes, a los artesanos, a los pescadores, a los soldados, qué les vais a decir a las mujeres y a los niños de Cartago, a todos ellos, a los que lleváis seis años exigiéndoles más y más esfuerzos para pagar unas indemnizaciones a las que vosotros, vosotros, los que más tenéis, no contribuis como os corresponde?

Voy a hacer dos cosas:
Primero exigiré los pagos pendientes a todos aquellos de vosotros y del Consejo de Ancianos que aún no habéis satisfecho desde hace seis años y hasta que todo ese dinero no se recupere no cobraré ni una sola moneda más de impuestos a ningún ciudadano de Cartago; con el dinero que recaude satisfaré con creces los pagos a Roma y, a partir de ahí, reconstruiré el poder de Cartago;

¡Y en segundo lugar aprobaré una ley por la cual los miembros del Consejo de Ancianos serán elegidos anualmente y sin posibilidad de repetir en el cargo! ¡Aprobaré esa ley y se reemplazará a todo el Consejo de Ancianos!

Aquí los senadores pasaron de las palabras a los insultos, pero una docena de soldados veteranos de los ejércitos de Aníbal le rodearon y le escoltaron hasta la salida. El general no miró hacia atrás. Ni le sorprendía la reacción de los senadores ni le importaba ya demasiado. Sabía que no era ya aquel Senado el lugar donde debía centrar sus reformas. El pueblo y sólo el pueblo de Cartago debería abrir la ventana del futuro.

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